Se me había solicitado registrara en letras todo el placer que suscitan en mi, en otros y otras las fiestecitas. Por supuesto ¿Cómo no?. Ahí va.
Las fiestecitas empiezan unas con otras y se van juntando hasta que se vuelven una sola fiesta, y ahí es cuando una dice: ¡MIERDA! Está en riesgo mi trabajo. Y toca entonces dedicarse a escribirlas y dejarlas solo como fábula.
Por esta vía entonces una se dice: Pues sí, ¿Por qué no tirarle línea a la sacra lúdica, que es una actividad a la cual dedico gran parte de mi energía vital semanal y un alto porcentaje de mi salario?
Bien vale la pena aclarar que no es lo mismo una fiestecita que una fiesta, o una fiestaza; para mí las fiestecitas son esas donde hago de las mías, en donde cierta picardía acompaña la noche, la madrugada, el azul reproche o el día ya en la mañanita. Son esas que dejan ese sabor de placer durante la semana entera, que entre otras cosas es el único paliativo para combatir además una semana de peladez, pero que mas da: ¡Nadie puede a una quitarle lo bailao o lo enfiestao!.
Volviendo al cuento, debo decir que también el espíritu de la fiesta desata cierta angustia, pues si es quincena todo es perfecto una juega a ser Dios, en ese caso Diosa, muy humanada por cierto, dueña del consumo; cree que puede ir donde sea y “hacer lo que se le dé la gana”, lo cual no sucede otras veces, en donde más bien es diosa u o_diosa frustrada, viernes seis de la tarde, saliendo del trabajo nada resuelto previamente, sin muchos quintos en los bolsillos, en las carteras, ni en la amarilla de Bancolombia, pailas, se está empañando la fiestecita. Pero no, una fiestecita no se da por concluida sin haber empezado, entonces plan a, la parcera que gana igual o menos que vos pero administra siempre bien la plata, y pos que además tiene una fuente inagotable de poder muy cerca, es decir vive en casa de los padres, entonces ella la habilita temporalmente a una; si este plan no funciona, plan b, explorar opciones con compañeros de trabajo, pero lo que es esta fiesta se resuelve.
Así las cosas la noche puede empezar en cualquier lado, hasta puede empezar en el trabajo bien en el día degustando muestras gratis de cócteles sabiamente preparados por estudiantes brillantes que mezclaron licores blancos, anisados, amarillos e hicieron todo un nudillo de laberintos encontrados y borrosos, ya después de 13 cócteles muy a las 10 am, con cierto mareo en horas labores que me trajo también una resaca mañanera que más tarde quería volverse de nuevo borrachera y lo peor ó lo mejor, ya ni lo sé, es que lo logro, porque a eso de las 7pm ya tenía dos cervezas y media de vino sobrante del domingo en mis intestinos gruesos y delgados y un bouquet especializado que sabia a mora y mandarina. O también la noche empieza bien bien en el día con licor decomisado a estudiantes faranduleros y mis ojos se oponen al derrame en sifones menos que ruede por escalones, que es mejor que baje por mis tripas ya bastante acostumbradas a estas lides licuoreras.
A esta altura ante el pedido de las fiestecitas, ha quedado muy a la luz que no es que el alcoholismo fuera un rasgo familiar: era nuestra marca registrada, se ha chupado licor con las ganas de alguien que está realmente espantado de la propia existencia, como dice nuestro mal pensado amigo Sergio Horsley, en su viaje de la vida.
Son peculiares, pues bien pueden estar cantando a todo pulmón “Bohemio de afición” de Vicente Fernández, o estremecerse al son de trova cubana que narra la historia de una mujer que se ha perdido la bella locura de tener su breve cintura debajo de mi, o bien deleitándose suavemente entre vinos y blues al buen estilo de Norah Jones; puede ser también un toque más intenso en un lugar donde se respira un aire caliente y pegajoso como el reggae o el ska que sintoniza y amplifica, y en donde todo es un “COLLAGE”. Acá nunca se compra trago pues se ha mercado previamente en un estanco afamado conocido como "EL PAISA" cualquier "GUARAQUEÑO", que luego, muy pronto nos quitaría un poquito más la vista, contribuyendo al astigmatismo miópico, pero qué más da con “FRUTIÑO” sabe rico, es rebarato y cambia de nombre, se llama: "CHAMBERRY”.
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